lunes, 26 de enero de 2009

Yo confieso

Confieso que de niño mataba hormigas. Buscaba un hormiguero y lo tapaba con hierbecitas o piedras a ver cómo se las ingeniaban las hormigas para salir. A veces incluso les inundaba las galerías con una meadilla. En mi descargo, nunca llegué a hacer combates de hormigas sin antenas, como hacían algunos amigos míos. Eso siempre me pareció cruel. Los asesinos de hormigas tenemos nuestro corazón.
De ese crimen me he redimido respetando los hormigueros allí donde se encuentren, siempre que no sea en mi casa.
Pero no me arrepiento tanto de la matanza de las hormigas como del robo del lápiz. Ha sido el único robo que he perpetrado. Tenía yo unos siete años y estaba enamorado del lápiz de mi compañero de pupitre, un lápiz de muchos colores y con un monigote en la cabeza. Como en mi casa éramos siete hermanos, nuestros lápices eran de estilo funcional: eran lápices y no juguetes. ¡Ah, pero aquel lápiz me llamaba con sus colores! Así que una vez se fue el niño al servicio y se lo quité. Lo buscó todo el santo día y lloró, pero yo lo tenía bien escondidito en mi cartera.
Esa noche tuve pesadillas de lápices gigantescos que me perseguían y al día siguiente entré antes que nadie en la clase, dejé el lápiz en el suelo y cuando entró él, le dije:
-¡Mira, he encontrado tu lápiz!
Puso tal cara de alegría, que me sentí redimido.
¿No lamentaba san Agustín el robo de las peras? Pues yo el del lápiz.

17 comentarios:

Anónimo dijo...

Confieso que eres bueno contando las anecdotas. ¿Quien no ha sido un asesino de hormigas o cuidador de gusanos de seda o un paciente observador interesado en la construcción y destrucción de telas de araña?
Un saludo
Gerardo

Juanma dijo...

Si es que nos puede el buen corazón...Yo también he robado una vez (sin arrepentimiento hasta la fecha. Hace tantos años que no creo que llegue, el arrepentimiento): fue en una librería pequeña de mi pueblo (todo un atrevimiento por mi parte), me llevé "Luces de bohemia". Qué tiempos...

Un abrazo, querido Jesús.

Anónimo dijo...

yo confieso que he matado hormigas y moscas y mosquitos a mansalva. Pero tengo que decir que sigo mantándolos y que no tengo el menor remordimiento. Yo sigo siendo un asesino de insectos.¿Cree usted que tengo posibilidad de redención?
Un saludo.

Jesús Cotta Lobato dijo...

Con las telas de araña también me atreví, Gerardo. Se me olvidó confesar ese terrible aracnicidio.
Querido Juanma: como penitencia, te iba a mandar que regalaras algún libro a alguien, pero como sé que lo haces, te absuelvo. Por cierto, visita la bitácora de Jesús Beades. Nos pone juntos a ti y a mí, con sendos poemas. Me alegro mucho de que un buen poeta nos junte a los dos.
Querido antónimo: le falta a usted propósito de enmienda y así no puede redimirse. De todos modos, ¿los mata usted por placer o porque ellos le atacan? En el primer caso, chungo. Y ya en serio: le concedo a usted bula para que mate cuantos insectos se le antojen. Un abrazo

Mery dijo...

Está claro, no hay mayor castigo que el de la propia conciencia.

Estos recuerdos de infancia me gustan muchísimo.
Un abrazo

Rosna dijo...

Que linda anécdota y confesión ..... creo que todos desarmamos sociedades de hormigas , que son verdaderamente peligrosas ... sin subestimar a la hormiguita ... solita no hace daño ... pero en grupo son destructivas . Cotta san que traviesoooo , igual su respiración sigue siendo fresca como la de un niño .

Buena semana y que su corazón respire con sus emociones.
Feliz Estrella !!!!

Rosna

Juan Antonio González Romano dijo...

Felicidades por la anécdota (yo jamás he podido superar mis remordimientos, qué le vamos a hacer, y he actuado como tú en varias ocasiones) y por la mención de Beades, que ha demostrado tener buen gusto.

Jesús Cotta Lobato dijo...

Pues, hala, rebuscaré más anécdotas en mi memoria. Espero que no se me acaben. Para Mery y para ROsna. Gracias, Juan ANtonio.

esgrasiao dijo...

que suerte, a mi me robaron un inoxcrom y nunca me lo devolvieron

Jesús Cotta Lobato dijo...

¡De buena te libraste! Aquel inoxcrom estaba gafado. Bienvenido.

José Miguel Ridao dijo...

Dijo San Agustín en sus Confesiones: “Tampoco quería aprovecharme de lo que iba a hurtar, sino que mi gusto estaba en el mismo hurto y pecado”. En tu caso robaste el lápiz porque te gustaba, así que tu altura moral es superior. Además, me consta que San Agustín nunca devolvió esas peras.

La gata Roma dijo...

Los asesinos de insectos siempre han tenido sus códigos, faltaría más. Yo nunca me he dedicado a eso porque los bichos me daban tanto asco que incluso eso era complicado. Las niñas cursis de colegio de monjas hacíamos diademas de flores con jazmines… vomitivo… Y además, nos obligaban a todas a llevar el mismo material escolar, los mismos ficheros azules, las gomas blancas, los lápices amarillos y negros… Así se evitaban tentaciones como la suya… en fin, parece que hablo de otro siglo, pero es que ese colegio era peculiar como poco.
Kisses

P.S. Fue un placer escucharle la otra tarde y conocerlo algo más.

Juanma dijo...

Gracias por avisarme. El alegrón ha sido de subidón.

Anónimo dijo...

Yo debo confesar que algunos crímenes de seres superiores a la hormiga (fui cazador) me hicieron plantearme el lugar que Dios tiene reservado a los animales y cómo me mirarían el día del juicio final.
Ay, ¿qué sería de nosotros sin la bendita culpabilidad?

Jesús Cotta Lobato dijo...

No te atormente esa culpa. Recuerda: "Mata y come". Un abrazo muy fuerte

Olga Bernad dijo...

Angelico:-)

Jesús Cotta Lobato dijo...

Gata Roma, hacer diademas con jazmines es mejor que matar hormigas. Yo también tuve un gran placer en hablar por la radio para conoceros