miércoles, 3 de octubre de 2012

Una parábola

Una madre se ganaba el pan limpiando los servicios de un centro comercial. Su sueldo apenas le alcanzaba para alimentar a sus cuatro hijos. Tenía las manos ajadas y siempre frías y con olor a lejía y desinfectante. Se levantaba al amanecer y llegaba al atardecer y aún tenía fuerzas para estar con sus hijos, atenderlos y quererlos.

Un día, su hijo menor se encontró mil euros en la calle y se puso a dar saltos de alegría. Pensó comprarse un ordenador, una bicicleta de carreras o una guitarra, pero entonces se acordó de las manos de su madre, de cómo se transparentaban las venas por el mucho trabajo, de lo cansadas y amables que eran para él, de cómo le revolvían el pelo y le hacían carantoñas. Y ni corto ni perezoso fue a una joyería y compró el mejor anillo de diamantes que encontró y fue corriendo a casa, besó las manos de su madre y se lo puso en el dedo, porque, si en algún lugar debía lucir ese diamante, era en aquellas manos hacendosas que siempre estaban cosiendo, trabajando, acariciando, limpiando.

Cuando el hermano mayor regresó a casa después de todo un día rebuscando en la basura chatarra para venderla, montó en cólera y le dijo: “Pero ¿cómo puedes ser tan estúpido? Ese dinero tenías que habérmelo dado a mí y entonces le habríamos comprado a mamá una lavadora. ¿Para qué quiere ella un anillo de diamante en las manos si luego las tiene que meter en la porquería de las letrinas? Lo que ella necesita es una máquina que haga en casa el trabajo por ella. ¿Qué dirán además los demás de nosotros? ¿Con qué cara nos presentaremos luego en Cáritas para pedir comida si nuestra madre lleva un anillo de diamantes?” Y le pidió a la madre el anillo para devolverlo, recoger el dinero y comprar la lavadora.

Pero la madre tomó las manos de su hijo mayor y le dijo: “Hijo mío, este hermano tuyo ha obrado por amor. Este anillo es su corazón puro palpitando en mi dedo. Cuando yo me muera, vended el anillo y compraos lo que os haga falta. Pero ahora déjame que lo luzca, porque me recuerda que lo que me hace grande y feliz no es mi trabajo, sino el amor que os doy y el que me dais. Cada vez que lo vea brillando en mi mano, tendré más fuerza para seguir adelante, porque esta gema que aquí brilla la ha puesto el amor mismo. Y si los demás dicen, que digan. Nosotros sabemos la verdad y eso basta”.

9 comentarios:

Dyhego dijo...

Don Epifanio:
Entiendo que una parábola expone una idea utilizando una situación a modo de ejemplo. Ocurre que el que cuenta la parábola se centra única y exclusivamente en un hecho. Por el contrario, el que lee la parábola interpreta la situación en su conjunto y de ahí las interpretaciones variadas y contrarias que surgen.
Verbigracia. Entiendo que usted se centre en el valor que la madre da al gesto amoroso del hijo.
No obstante, si valoramos la situación en su conjunto, la reacción del hijo mayor es la más correcta. El hambre es muy mala.
Siempre cabe la posibilidad de gastarse 50 € en un bonito ramo de flores para la madre y el resto para inventirlo (recuerde usted la parábola de los talentos...)
25 neutonios florales.

Jesús Cotta Lobato dijo...

Don Dyhego, esta vez ha estado usted contundente e irrefutable y además acaba con una frase que solía decir mi padre, la de que el hambre es muy mala. Solo se me ocurre decirle que, si el hambre es mala, el amor es muy bueno. Pero, en fin, su consejo es más práctico y lógico. 25 neutonios parabólicos.

lolo dijo...

No sé porqué me he acordado de María de Betania. Esta historia añade algo que me ha gustado mucho: "Y si los demás dicen, que digan. Nosotros sabemos la verdad y eso basta”.

Jesús Cotta Lobato dijo...

Lolo, Betania me suena a mí a a sombra y fuente, a agua fresca y vino bueno, a descanso y amistad. Si te ha recordado a eso, buena cosa.

reyvindiko dijo...

A mí me huele a perfume. Y también me quedo con eso de "Nosotros sabemos la verdad y eso basta"

Jesús Cotta Lobato dijo...

Estoy seguro, Reyvindiko, que te huele a perfume por las mismas razones que a mí. Un beso.

María Cusí dijo...

El Amor es lo más Grande.

Alea dijo...

El anillo es el premio a esas trabajadas manos y el gesto del niño hacia su madre no tiene palabras. Me ha encantado, Jesús. Un saludo

Jesús Cotta Lobato dijo...

Sefa Cusí, y lo más verdadero. Un abrazo.

Alea, el gesto del niño es lo que me dictó la parábola. Un abrazo.