Soy un forofo de Silvio Rodríguez. Lo considero poeta y músico. Es uno de los pocos mitos que me quedan. Gracias a su genialidad supera sus rémoras ideológicas, que nunca han casado bien con el arte, a no ser que, como él, uno sea un genio. Pero a veces los genios también meten la pata y en ellos chirría más. En un autor mediocre se notaría menos, porque los mediocres no meten la pata, sino que nunca la han sacado.
Se trata de una canción erótica que empieza así “Tú, sentada en una silla”. Durante la canción la cosa se pone caliente, entre miraditas y acercamientos, todo en metáforas, pero en el mejor momento se nos pone Silvio pedagógico y nos espeta que antes de la penetración se pone un condón por precaución:
Tú, susurrando un misterio
de un no sé qué venéreo,
me das un protector.
Me temo que hay cosas que no hay manera digna de meter en la lírica. O va uno por lo valiente y hace una oda al condón o uno se lo salta porque, total, puestos a imaginar escenitas, ¿para qué el condón?
De todas maneras, Silvio, gracias por todo.
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