Yo era capaz de llorar dos horas seguidas en la tienda de mi madre, delante de las clientas, para que me diera una peseta para comprar chucherías. El llanto de un niño petardo durante una hora pone de los nervios a cualquiera, pero no a mi madre, que tenía por entonces seis hijos.
Yo no entendía aquella crueldad: ¿cómo era posible que tanto llanto casi nunca tuviera su recompensa? Y lo entendí tres años después, cuando tuve por vecino a un niño a quien su madre nunca le negó las chuches.
¡Por favor, amigos que seáis padres, negadles los caprichitos a los niños un mínimo de dos veces de cada tres!
14 comentarios:
En ello estamos...¡¡pero vaya estrés!!
Un abrazo, querido Jesús.
Cuánta razón tienes, Jesús. Una buena dosis de "vitamina N" (decirles a los niños "no" a tiempo) hará de ellos perdonas acostumbradas a que la vida no les va a brindar siempre aquello que se les antoje. Pocos de nosotros hemos quedado traumatizados por las negativas de nuestros padres a nuestros caprichos; a ver qué va a pasar ahora con tanto consentido sin sentido.
Un abrazo
Jesús,una vez más comparto contigo Y con Mirna que la vitamina N es un buen recurso y necesario para educar a los niños en realismo, corresponsabilidad. y ayuda a no confundirlos y que se hagan conscientes del mundo real y un poco más adulto que los mundos de Yupi o Peter Pan en el que los tenemos confinados.
Gerardo
Ay Jesús, que yo tengo cuatro hijas y, si no fuera por al "vitamina N", mi vida sería invivible. Es necesario decir "no";lo que se obtiene sin esfuerzo no se valora; si alguien se traumatiza no será por haberle dicho que no en muchas ocasiones, no nos dejemos engañar por la tontipedagogía.
El problema es que los padres educan a los niños en el 3x2, no en el 2x3, y no estoy hablando precisamente de ahorrar en Carrefour. Así nos llegan luego, que quieren que les demos tres aprobados por dos palabras que escriben en un examen. Tres tortas a cada uno les daba yo (espero que no lea esto ningun inspector: me quitan el carnet).
Juanma, si tienes estrés, es que lo estás haciendo bien.
Mirna, te pido prestado eso de consentido sin sentido: es un hallazgo magnífico.
Juan Antonio, conociéndote, tus hijas deben ser cuatro soles.
Me temo que el batacazo se lo darán, no en la enseñanza, sino en el trabajo, José Miguel. Un abrazo
Qué historias de tu infancia tan bonitas nos sueles contar.
Saludos.
Yo no sé qué voy a hacer cuando se me terminen. Tendré que robárselas a alguien.
¡Lo que hay que hacer por los hijos!
Hasta soportar que crean que no los queremos, o que los queremos menos que los padres de sus amigos a sus idem.
Magnífica anécdota y mejor moraleja.
Un abrazo
P.S: Disculpa que me cite, pero al leer tu entrada me vinieron a la memoria dos entradas (ésta y ésta) que en su día escribí en la taberna. Y disculpas de nuevo por la invasión.
Cierto y muy cierto lo que cuentas, eso de melón "tajá" en mano no es bueno, pero siempre hay una persona a la que un niño recurre si es inteligente y lo tiene, a sus abuelos.Yo he sido padre duro, de los que les ha costado mucho decir no, porque es más facil decir que si que no, pero a mi nieto no le negaré lo que sea mio, asi que lo eduquen sus padres que es su obligación.
Me da la impresión que de los siete hermanos tu eras el que más lloraba y menos conseguia jaja
Mi madre rizaba el rizo ante las lloreras de sus cinco hijas: nos decía muy serena "llora mas alto, que los de ahí arriba no te oyen aún" Nos dejaba estupefactas...y mas rabiosas todavía.
Eso si, nos callábamos a los dos segundos.
Un abrazo
Piyayo, los abuelos son importantísimos en la educación de un nieto. Estoy de acuerdo contigo en que los abuelos hacen muy bien mimando al niño. Los padres, no.
Mery, tu madre era una pedagoga experta ¡y seguro que no estudió pedagogía!
Mi hijo el pequeño está todo el día pidiendo. Siempre he dicho que si sale cura llegará a obispo. La suerte que tiene es que yo le echo tanta cuenta como a los curas. Comprendo que lo hace, como lo hacen todos los niños, porque en cierto modo me ve como a un dios. De esa perspectiva ninguno estamos exentos. Lo digo por experiencia propia.
Aunque creo poco en los curas, creo mucho en Dios, y hubo épocas, sobre todo en mi adolescencia, en que estaba todo el día pidiéndole cosas, muchas de las cuales, naturalmente, eran caprichos sin más. Como es Dios, tuvo la misericordia de no dármelos, de haber sido el Diablo me los habría dado al instante y mi vida hubiera sido un desastre.
Ahora de mayor ya no le pido cosas y, como hacía Él conmigo en mi adolescencia hago yo ahora con mi hijo: darle mucho amor y muy pocos caprichos.
César, me alegro de verte por aquí. Este comentario tuyo es una píldora de filosofía: ser padre es intentar parecerse a Dios en el mucho amor y en los pocos caprichos que se dan. Me gusta.
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