Durante un tiempo me dio por leer a Yukio Mishima. Es un autor que hay que leer, al menos según mi experiencia, antes de los cuarenta años. Me suelen gustar los novelistas de buenas obras y vida más bien aburrida, pero Mishima tiene buenas obras y una vida de lo más interesante. Formó un cuerpo militar que pretendía recuperar el espíritu del samurái. Estaba obsesionado con el honor, la potencia física y la muerte. Luchó contra la debilidad de su cuerpo haciendo culturismo y se hizo fotografiar como un san Sebastián desnudo, musculoso y herido.
Yo he sentido muchas veces también esa llamada a contrarrestar mi endeblez con el ejercicio. Pero me temo que entonces acabaría en el narcisismo. Debe ser muy difícil tener un cuerpo diez después de mucho dolor y no regodearse contemplándolo en el espejo y mostrándolo en las playas.
¡Ay el cuerpo, el cuerpo!
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