miércoles, 27 de agosto de 2008

Dar limosna

Cada vez que vemos un indigente por la calle, mis hijas me piden dinero para dárselo. Mi hija Lula se agarra a mí angustiada y me dice: “Papá, a esa mujer se le ha muerto una niña”. Y a mí me cuesta mucho explicarle que es muy difícil averiguar si es cierto que las desgracias que esa mujer escribe en su cartel son ciertas o falsas y que a otras muchas personas les han pasado cosas peores y no se aprovechan de ellas para dar penita, sino que se limitan a buscar trabajo debajo de las piedras. Pero como eso es muy difícil explicárselo, acabo dándole dinero, porque aunque esa mujer nos engañe, no quiero que el corazón de mi hija se vuelva desconfiado y sucio como el mío. De todas maneras, ya tengo aleccionadas a mis hijas para dar limosna sólo a quien la pide sin molestar y ofreciendo lo poco o mucho que puedan hacer. Ponerte la guitarra o el violín en el oído mientras intentas charlar con un amigo en una terraza es molestar, pero sentarse en calle Sierpes a tocar ese violín o esa guitarra es ofrecer. A quien ofrece pago. A quien molesta, despido. Entretanto, calmo mi conciencia dando dinero a Cáritas y a dos oenegés. Algunos ya me han acusado de ser un hipócrita. Ellos, los auténticos, los puros, no dan dinero a Cáritas ni a las oenegés: se limitan a señalar a los hipócritas que sí dan.

4 comentarios:

Yo misma dijo...

Me parece bien tu actitud ante tus hijas para que puedan mantener su corazón elástico ante lo que la vida para bien o para mal les va a ir mostrando.Yo, en mi clase, intento cada día transmitir que no se trata de adquirir sólo el compromiso ( que también, obviamente)sino que se trata de dar no lo que sobra, sino lo que realmente te nace del corazón, con intención de hacer el bien.
Hoy día colaborar económicamente es un esfuerzo en estos tiempos de crisis, y si el que recibe nuestra ayuda la utiliza mal, no habrá por nuestra parte ningún problema.La intención aquí vale por todo.

Saludo

Jesús Cotta Lobato dijo...

Estoy totalmente de acuerdo contigo. Dar nos hace mejores personas, haga lo que haga el que recibe nuestra limosna. Un abrazo

Raimundo Schmidt dijo...

Yo soy chileno.
En chile hay un Santo canonizado hace unos pocos años, el Padre Hurtado.
Una de sus frases para el bronce era "hay que dar hasta que duela".
Yo no se que pensar.. a veces me parece una locura.

Jesús Cotta Lobato dijo...

Supongo que el santo Hurtado hablaba como quien era: muy generoso. Pero no todos tienen que ser como él o como la madre Teresa de Calcuta. El prójimo es el próximo, el que está al lado. Hay que dar dinero a quien lo necesita y el que lo necesita está al lado. La caridad se diferencia de la solidaridad en que la primera es real y se practica con el próximo, mientras que la solidaridad se practica con el lejano, o sea, que no se practica. A mí no es el dinero lo que más me cuesta dar, sino mi afecto y mi tiempo.