viernes, 3 de octubre de 2008

Espíritus angélicos, con retraso de un día


Hay cosas que, de puro bonitas, son ciertas (y adviértase que no he dicho que deberían serlo, sino que lo son). Una de ellas son los ángeles. Yo les debo mucho. Me inculcaron esa devoción desde niño y, a pesar de los vaivenes de mi vida, a pesar de que muchas veces he alzado tontamente mi puño contra el cielo, ellos nunca me han abandonado. Sé, con la certeza que otorga la subjetividad más intransferible, que mi ángel me ha salvado de más de diez atropellamientos, me ha soplado la respuesta a preguntas difíciles y se adentra de noche en mis pesadillas para matar mis monstruos. A veces lo hace incluso de día, cuando estoy a punto de tirar la toalla. Si existen jerarquías en sus milicias, lo tendrán que ascender a centurión por sus servicios algún día.

Me llegó el otro día un correo acerca de una maestra anímica tibetana de nombre anglosajón que a cambio de dinero te ponía en contacto con tu espíritu guía. ¿Qué necesidad tengo yo de intermediarios? Un hombre es algo tan valioso, que tiene a su servicio a todo un espíritu angélico. No hacen falta para ello maestras anímicas. Basta con saberlo.

Gracias, Aloisius, por recordármelo.

No hay comentarios: