El catorce de septiembre soñé que un hombre me condujo, a petición mía, a un piso de prostis. La prosti me aguardaba tumbada en un sofá. Y cuando la toqué, se convirtió en un monstruo. El rostro era realmente espantoso y me clavó los colmillos en la yugular. Yo me defendía metiéndole la mano en la boca, para que las arcadas la obligaran a soltarme. Asqueroso y abominable. Me dejó casi sin sangre y me arrastré pálido y exangüe por la calle. Recuerdo que yo era la viva imagen de la agonía y de la muerte.
Como diría santa Teresa de Jesús, dicho así parece poca cosa, pero el pasarlo fue mucho.
4 comentarios:
Qué sueño más agradable, querido Jesús. Menos mal que luego nos hablas de naranjas...
Un abrazo.
Jesús, es que tienes unos amigos que te llevan a pisos muy raros. Si quieres apostar sobre seguro, yo seré tu Lazarillo...
Lo que no me creo es lo de la mano... todo lo demás es muy verídico, ya lo dijo Demóstenes: no pienso pagar tan caro un remordimiento.
Querido Juanma: a ver si esta noche sueño algo mejor.
Querido Octavio: ¡No me tientes!
Querido José María: el sueño, según creo, no iba de remordimiento, sino de angustia ante el curso que iba a comenzar. Un abrazo a todos
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