viernes, 13 de febrero de 2009

Mi deseo de agradar

Desde niño he sido muy complaciente. Siempre me ha gustado agradar y me ha costado muchos años aprender que no quiero menos a alguien por no seguirle la corriente.
Como yo era tan malo para comer, mi madre, cuando yo no quería abrir la boca, me enseñaba los dientes y emitía algo así como un rugido y, como la primera vez me asustó, abrí la boca y tragué. Luego ella usó el truco cuatrocientas veces más y, aunque yo ya no me asustaba, abría la boca para que ella estuviera contenta.
Mi deseo de agradar me ha llevado a mentir varias veces: ¡cuántas veces me he dejado ganar a la brisca por mi abuela! La pobre tenía el brazo en cabestrillo, devorada por un cáncer. Y con lo que le gustaba la brisca, ¿iba yo a ganar?
Por eso, cuando me ven tan complaciente y me dicen “Sé tú mismo”, yo les respondo que yo mismo soy así de complaciente. No es por bondad: es temperamento.

16 comentarios:

Juanma dijo...

Ni te imaginas cómo me identifico con este texto. Y, desde luego, ser así da muchos quebraderos de cabeza.

Un abrazo, querido Jesús.

Anónimo dijo...

Querido Jesús; esa forma tuya de agradar tiene mucho que ver con la generosidad que lleva implícita el amor. Es bueno ponerse en la situación del otro, es bueno incluso, la ficción, si esa ficción alcanza el sosiego, la paz del otro. Tu deseo de agradar es compartido también por mi.
Un abrazo.
Gerardo

Juan Antonio González Romano dijo...

Bueno, a mí nunca me ha gustado perder a las cartas (me acuerdo de las innumerables tardes con mis abuelos jugando al tute, por ejemplo) y hacía lo posible por ganar. Claro que ellos estaban muy bien de salud. Ahora, con mis hijas pequeñas, pierdo todas las carreras y todos los juegos.
No veo por qué ser complaciente tenga que ser un defecto. Ya sabes que siempre he sido partidario de las mentiras piadosas. Un abrazo.

radioblogueros dijo...

Efectivamente, hablamos de generosidad. Algo en desuso y con no muy buena prensa. Pero siempre necesaria.

Saludos.

José Miguel Ridao dijo...

Esto me ha recordado una anécdota mía, pero con los papeles cambiados: mi abuela, que todavía vive, es absolutamente incapaz de decir que no a nada; un día estábamos desayunando churros y le ofrecí uno, me dijo que no le apetecía, se lo volví a ofrecer y nada, hasta que saqué los dientes como tu madre y dije: ¡Que te lo comaaaaaaaj! Ni que decir tiene que se abalanzó sobre el churro y lo devoró. A veces me paso con las bromas.

Jesús Cotta Lobato dijo...

Sí, Juanma, pero la edad nos va curando. Con Gerardo y con Juan Antonio coincido. Creo que todos los padres nos hemos dejado ganar por los hijos.
Radioblogueros, a ver si entre todos le damos buena prensa a la generosidad.
José Miguel, me he tronchado de risa con tu que te lo comaaj. Me solidarizo con tu abuela.

Anónimo dijo...

A veces es inevitable mentir para agradar y si el fin es noble lo merece. A mí también me gusta agradar y me sienta bien hacerlo. Y parece que, en ocasiones, lo consigo.

Máster en nubes dijo...

Te entiendo y comparto la sensación, la verdad. Agradar es... muy agradable ;-) Pero a veces por no contristar a otro se acaba haciendo daño, o se acaba uno haciendo daño. Y eso, sin mentir, por no decir que no, cuando quieres decir que no.

Pero lo de tu madre, eso es otra cosa. Y a juegos ¿qué más da quién gane?

Mery dijo...

Qué gracia, yo le dejo ganar a mi madre también a la brisca, porque su cara de niña feliz vale un imperio.

En cuanto al deseo de agradar creo firmemente que es de personas generosas.Aquéllos que son ellos mismos pase lo que pase suelen ser egoístas, muy egoístas.

Haces muy bien, Jesús.
Un beso

Jesús Cotta Lobato dijo...

Es cierto, Máster en Nubes, que por no contristar uno a veces mete la pata,pero como bien has dicho, ¡qué más da quien gane en juegos!
Mery,otra coincidencia: era la cara de felicidad de mi abuela cuando echaba las últimas cartas y se llevaba mis ases lo que me empujaba a dejarme ganar. Un abrazo

Anónimo dijo...

Estimado Jesús, a mí me pasa lo mismo con mi madre, yo soy su único hijo, y ahora que me he mudado a la capital del país (vivía en la costa del Pacífico) para estudiar, sus chineos (mimos) y los apodos cariñosos han aumentado, aunque a veces me molesta un poco, yo sé que la hace feliz, y para mí su felicidad no tiene precio.

Jesús Cotta Lobato dijo...

Bienvenido al club, Mith, de los que son dignos del cariño que reciben. Haz feliz a tu madre.

elpiyayo dijo...

Es cierto que Jesús es complaciente, es cierto que no quiere herir sensibilidades humanas, pero sin hipocresias, lo conozco bien. Decir mentiras piadosas como decia San Agustin, es una forma superior de verdad y dejar que elpiyayo vierta sus opiniones en su blog, es solo por agradar a mi persona, porque elpiyayo es emepecinado y pequeño como una mosca cojonera o al revés

Jesús Cotta Lobato dijo...

Te pillo prestada esa afirmación: las mentiras piadosas son una forma superior de verdad. Es algo que siempre he andado rumiando y ahora tú, con una simple frase, me lo aclaras todo. Un abrazo

Anónimo dijo...

Me identifico.Solo decirte estoy intentando cambiar.A veces saber decir no, es sabio

Jesús Cotta Lobato dijo...

Ánimo, Anónimo, estamos juntos en ese empeño.