Los antiguos romanos disfrutaban en el circo porque, en la arena, la vida de un hombre valía tanto como la de un animal. En una sociedad esclavista como aquella, se sacrificaban animales y hombres en aras del espectáculo y el arte. Ésta es la moral del circo: la vida humana no es más digna que la del animal. Y es esa moral la que les permitía encontrar en la muerte ajena más belleza que sufrimiento.
El cristianismo introdujo el concepto de dignidad humana y repudió las luchas de gladiadores, pero no el pugilato ni la lucha ni el toreo. En los dos primeros el hombre no muere y en el segundo el hombre se enfrenta al animal, no al hombre. Ésta es la moral de la plaza. Y ésta es la moral que permite encontrar en la corrida más belleza que sufrimiento.
La moral del circo frente a la moral de la plaza. El igualitarismo chato de todas las vidas frente a la dignidad irrenunciable de la vida humana.
Cuando oigo a ciertas personas igualar el valor de la vida humana y la de cualquier animal, me acuerdo de la moral del circo: esa moral no es un progreso, sino un retroceso. El progreso definitivo fue elevar a la categoría de digna e intocable la vida humana. La moral pseudoecologista que sitúa en el mismo plano la vida humana y la de los demás animales es la nueva versión de la moral del circo y es más perversa ahora que antes, porque los romanos nunca llegaron a afirmar, como ahora, que la muerte de los gladiadores es legítima por voluntaria, y la de los animales no, por involuntaria.
El cristianismo introdujo el concepto de dignidad humana y repudió las luchas de gladiadores, pero no el pugilato ni la lucha ni el toreo. En los dos primeros el hombre no muere y en el segundo el hombre se enfrenta al animal, no al hombre. Ésta es la moral de la plaza. Y ésta es la moral que permite encontrar en la corrida más belleza que sufrimiento.
La moral del circo frente a la moral de la plaza. El igualitarismo chato de todas las vidas frente a la dignidad irrenunciable de la vida humana.
Cuando oigo a ciertas personas igualar el valor de la vida humana y la de cualquier animal, me acuerdo de la moral del circo: esa moral no es un progreso, sino un retroceso. El progreso definitivo fue elevar a la categoría de digna e intocable la vida humana. La moral pseudoecologista que sitúa en el mismo plano la vida humana y la de los demás animales es la nueva versión de la moral del circo y es más perversa ahora que antes, porque los romanos nunca llegaron a afirmar, como ahora, que la muerte de los gladiadores es legítima por voluntaria, y la de los animales no, por involuntaria.
4 comentarios:
¿Puedo firmar, una por una, cada una de tus palabras?
Un abrazo, querido Jesús.
Pues ya somos dos. Así empiezan los manifiestos. Un abrazo
Suma una tercera firma. Comparto tu visión del asunto.
Ya sabes que yo no puedo compartirlo y como consecuencia firmarlo. Un abrazo.
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