jueves, 11 de septiembre de 2008

Vencedores y vencidos

A los muertos malenterrados y malmuertos de la Guerra Civil hay que enterrarlos bien, pero no porque pertenecieran al bando bueno y vencido, sino, sencillamente, porque están malenterrados y malmuertos. Yo tengo un tío abuelo malenterrado no sé dónde y malmuerto por las balas nacionales, pero él no era nacional ni republicano. Sencillamente lo mandaron a una guerra para matar a sus compatriotas y éstos se le adelantaron. La ley de la Memoria Histórica me ampara porque ampara a los vencidos, pero no me ampararía si a mi tío abuelo lo hubieran matado los republicanos. ¿Qué más da quien matase a mi tío abuelo? ¡Es mi tío abuelo, coño, y murió en la flor de su juventud y lo valioso de él no es que fuese republicano, sino que era un hombre!
Una ley que pone por encima de las personas el bando en el que les tocó estar es una ley con mucha ideología, mucho resentimiento y poca ética.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Estoy contigo. Mi abuelo paterno murió asesinado en un campo de exterminio nazi, y no por eso voy a dejar de reconocer las atrocidades cometidas en un tiempo de horror entre españoles. Me ha bastado leer los documentos originales que custodian los archivos sobre la guerra civil.
Los muertos inocentes de ambos bandos abominarían de las manipulaciones interesadas. Ellos no se merecen esto.

Jabo H Pizarroso dijo...

Querido Jesús, en mi opinión la ley ampara a los dos. Lo que ocurre es que una parte ya fue bien enterrada y reverenciada con todos los honores durante 40 años. Es lo que ejemplificó perfectamente Labordeta hace unos días en la prensa. Por un lado estaban los "Caballeros mutilados", y por otros "Los putos cojos rojos".
Nadie quiere ganar de nuevo la guerra. Hay que sanar los fantasmas que pueblan muchas casas, darles silencio y tranquilidad.

(...)Aparte, el lunes tenemos tus libros de Teresa, Mon Amour
Nos vemos pronto

Jesús Cotta Lobato dijo...

Querida Lola: me emocionan tus palabras. Están llenas de nobleza.

Jesús Cotta Lobato dijo...

Querido Jabo: reconozco que no me sé muy bien la ley. Si se trata de dar tranquilidad a los fantasmas, démosela. Por otra parte, no sabes cuánta ilusión me hace ver los libros de Teresa y pregonarla a los cuatro vientos. Un abrazo

Anónimo dijo...

Pensáis que si les preguntaran a los muertos, de ambos lados, si les parecería ético que los desenterraran y que el estado se gastara miles de euros en sacar el adn de sus huesos con las miserias que hay que socorrer y las necesidades que hay que cubrir. No sé...no sé

Anónimo dijo...

Estoy muy en desacuerdo con Labordeta. Lo que se pretende es lo contrario: homenajear a la mitad que no fue homenajeada por el franquismo para que al final resulten dos tipos de homenajeados: aquellos que lo han sido por un gobierno democrático y los que lo fueron por una dictadura. No está mal la jugada...Si no estoy equivocado, en la ley famosa se recoge la intención de recordar a todos, pero es sólo una formalidad porque aún no han llegado al cinismo de hacer que hasta la redacción de las leyes estampe injusticias. La realidad es que sólo se vocea el homenaje a las víctimas izquierdistas.

Jesús Cotta Lobato dijo...

Me parece acertada la observación de Antónimo.No parece que sea lo más importante ir desenterrando. Por otra parte, no se me había ocurrido la jugada que comenta Palamedes. Visto así, creo que la democracia, el único sistema político legítimo, debería homenajear sin más a las víctimas de esa guerra, por el simple hecho de que eran españoles. Un abrazo

Raimundo Schmidt dijo...

Jesús:
Yo no soy español, y por eso espero que mi opinión sea tomada como imparcial respecto a la guerra civil española y sus víctimas.
Soy chileno, y aquí sucedió algo comparable en alguna medida con Allende/Pinochet.
Comparto plenamente tus palabras.
A mi me llama la atención que hay gente que persigue culpables toda su vida y nada logra saciarlos, y otros que en la misma situación, no se cómo, pero logran aceptar, perdonar, dar vuelta la página y seguir sus vidas sin rencor.
Yo no soy nadie para juzgar a otros, pero creo que de la pena al odio hay un solo paso, y ese paso no está justificado nunca.
Raimundo